De libertad ese árbol sacrosanto,
Cuyo ramage umbrígero se tiende
Por todo el ancho Anahuac, y defiende
El patrio suelo con su verde manto,
Ha crecido, del orbe con espanto,
Merced al riego que en su planta extiende
La sangre de un Hidalgo de un Allende,
De un Abasolo, y mil que aquí no canto.
Sí, mexicanos: si en sabrosa calma
Disfrutamos de ese árbol los verdores
De esos héroes se debe a la grande alma.
Rindamos, pues, en lúgubres clamores
Hoy con la patria, que sus manes calma,
A sus cenizas fúnebres honores.
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