Como la tea, que sirvió una vez
para alumbrar en el festín de bodas
y prender, de la novia, la pira funeraria,
con similar presura, desfilaron tus años.
Ni siquiera una ráfaga de viento
concedió tregua alguna a los instantes
que ahora, encadenados, se recuerdan.
Fue, asimismo, ilusoria suspensión
amar, leer, escribir y viajar. Y embriagarte.
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