Estás ahí en medio de la noche, Señora de Antonio Gamero

Estás ahí en medio de la noche, Señora,
Aparecida en el instante, Señora, en medio del invierno de mi noche.
Me he dicho entonces: Si bien recuerdo, Alejandro fue un gran capitán.
Y el rey Salomón vivió solemnemente como un gran rey.
Mas me tiene sin cuidado Alejandro y no soy el rey Salomón.
Y no tengo nada, nada que decir de la reina de Saba.
Pero a vos, alta y bella,
Señora, ¿tendré la memorable suerte de interrogaros?
Muchas gentes me rodean: amigos y parientes,
Yo lo admito,
Muchas gentes que me desafían.
Pero ciertamente ellas tienen razón, ciertamente.
Y esta malla interna de sangre, esta malla de sangre que me lacera los ojos,
Tienen razón porque esta malla de sangre bien lo prueba.

No obstante, tranquilizaos, que no siento por vos ni cólera ni tristeza,
Ningún deseo de morir,
¡No!

Las atenciones tampoco me afectan.
Sois libre de hablar y regocijaros, en excelente compañía,
sobre estos mil pensamientos que permanecerán para
mí eternamente secretos.

Y todas estas gentes que os rodean y están ahí, gravitando en torno vuestro,
Señora, son libres también para comentar mi caída y mi despecho.
¿No lo había yo predicho desde hace largo tiempo?
Señora, entre ellos, parece que se encuentra alguien fuerte y rico en gracias,
Alguien bien acogido a quien yo le enveneno, le corroo y descompongo
en todas las digitales de mi rencor y de mi espíritu.
¡Así pues, que él desconfíe de mí!
¡Cuidado con él!

De ningún modo mi venganza se privará de una presa tan bella y tentadora.

¡Y que silencie y, si le parece bien, se marche a cualquier parte!
¡Que silencie!
Yo le digo: mis brazos tiemblan extrañamente y mi voz se torna dura, sombría y solemne.
Yo le prevengo: los días, sí, los días de su espera, lo juro, no serán de gozo fácil.
¡Más bien de sangre, de sangre!
A menos, Señor, que las flores,
Que las flores dulces y lentas vengan a hablarme de un perfume
aún más penetrante que los soplos del olvido.

Días de vergüenza, días de angustia.
¿Cómo no le han hablado de ello los astros?
¿Dónde se oculta este hombre?

, ¿qué hacía él de la luz de los sueños?
¿Se demora y se olvida el viento en su pensamiento?
El viento de la selva me trae obscuras palabras, obscuras amenazas.

Viento amigo, socórreme, que tu advertencia será el pesado lastre de mi venganza,
Hazlo de suerte que este ser de elocuencia lo sepa;
¡Que advierta mi poder y mi naturaleza de ángel o de condenado,
poco importa!
Que advierta, en tiempo oportuno, el terrible color de mis miradas.

¿Mas para qué?
Ciego, viviré en adelante las horas que he vivido.
Olvida, viento, mis desgarradas palabras,
Y perdona, te lo ruego,
A este ser altamente privilegiado,
A este hombre que aborrezco y envidio
Tanto y tanto.

etc.

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