Instante, venido de una mano
que tanto había amado,
me diste precioso alcance al oscurecer,
como una paloma negra.
Clareaba ante mí el camino,
vaho sutil de un sueño
en el ocaso de una sagrada cena…
Instante, grano de arena
solitario, tú que entero ocupaste
la trágica clepsidra
muda, como tras de haber visto a la Hidra
en el jardín del cielo.
Versión de Pedro Bádenas de la Peña
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