Hay una hora de Gólgota en la vida;
hora fatal, en el infierno suena,
hora en que Dios a padecer condena,
hora en que el mundo con desdén olvida.
El hombre entonces con el alma herida
maldice al hombre, de rencor se llena,
baja su frente que rugó la pena
y ni quiere llorar su fe perdida.
Mas si en medio del mundo indiferente
encuentra un corazón que a su quebranto
un alivio le dé, alza la frente,
se reconcilia con el mundo un tanto,
y conmovido, en sus mejillas siente
rodar de gratitud, bendito llanto.
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