NUESTROS caballos caminan
hacia La Higuera.
El abismo, a la derecha;
a la izquierda, el abismo.
Pensar en ti, comandante,
no es una carga ligera.
Dentro de mí hay silencio
muy parecido al sismo.
Por aquí, para los guerrilleros
no hay monumentos.
Sus monumentos son las rocas
con las caras cansadas, humanas.
Las nubes están inmóviles,
como los pensamientos,
como los pensamientos
de las montañas bolivianas.
Yo me siento como la sierra.
Estoy lleno de las quebradas, de las rocas ásperas, duras.
Mis nervios están tensos
como la brida de un ganadero.
El ritmo de este poema
me lo dictan las herraduras
que tropiezan con las piedras
de este mortal sendero.
Comandante, tu nombre caro
querrán venderlo tan barato.
La industria quiere comprar con tu nombre
a sus nuevos clientes.
Comandante,
te juro,
yo he visto en París tu retrato
sobre los pantaloncitos
que se llaman «calientes».
Comandante,
tu rostro imprime en las camisas.
Tú fuiste fuego:
te quieren convertir en humo.
Pero tú caíste abatido por las balas:
por las venenosas sonrisas
no para ser una parte
de la sociedad de consumo-
«¿Dónde está la llave de la escuela?»
Los campesinos no me contestan.
Siento el olor de la muerte.
La pared está blanca,
como la vela
del barco
abandonado a su suerte.
Silencio total.
Solamente el buitre vuela.
La bosta de los caballos
son tus póstumos crisantemos.
«¿Dónde está la llave de la escuela?»
Los campesinos contestan:
«No sabemos, señor, no sabemos…»
¿Dónde está la llave del destino del Che Guevara?
¿Dónde está la llave del futuro?
El miedo de no encontrarla,
el pánico me agarra.
Pero la llave está en nuestras manos,
estoy seguro.
Muchachos, gritar promesas
y no cumplirlas es una mierda.
A los demás engaña
nuestro propio tropezón.
A la izquierda, muchachos,
siempre a la izquierda,
pero no más a la izquierda
de vuestro corazón.
*Poema escrito originalmente en español