La luz de cada día de nuevo en la ventana
hiriendo con ventosas los pechos de la aurora,
vaciando de silencio las sábanas del sueño
con trompetas heladas y teclas invisibles.
La luz. Y las maletas detrás de los portales
como perros sin dueños esperando acomodo
en los trenes que arrastran por el hielo los pasos
que conducen al frío temblor de los andenes.
La luz de cada día de nuevo en las ventanas…
La bruma arrinconada detrás del horizonte
espera la llegada constante de los trenes,
y los postes del tiempo, fugitivos espejos,
recorren las lucernas de mis ojos atónitos.
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