Florecemos, aupados por la lumbre,
con la inocencia de agua que respira
el anónimo olor de los claveles.
Nos embrujan las plantas y los pájaros,
el desuello, las flores invernales,
como una cantinela abovedada
que resurge del polvo de los días.
La noche es una estrella sin raíces
que ampara el canto triste de las horas
en las que se suceden ansia y espejo.
Es la naturaleza de la noche
escuchar el silencio de los búhos,
atesorar el llanto del murciélago.
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