Le he puesto una rosa fresca
a la flauta melancólica;
cuando cante, cantará
con música y con aroma.
Tendrá una voz de mujer,
vacilante, arrolladora,
plata con llanto y sonrisa,
miel de mirada y de boca.
-Y será cual si unos finos
dedos jugasen con sombra
por los leves agujeros
de la caña melodiosa-.
¡Tonada que no sé yo,
oída una tarde en la fronda;
tonada que fui a coger
y que huía entre las hojas.
Para ver si no se iba,
la engañé con una rosa:
cuando llore, llorará
con música y con aroma.
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