Ha comenzado a llover,
calladamente,
como si diciembre amenazase con perdurar por siempre
entre nosotros.
Las calles se han salpicado de nombres propios,
de recuerdos que discurren, como el agua,
recuerdo abajo.
Tal vez por eso,
hoy he rememorado mi infancia,
las páginas repetidas del pasado,
una noche frente al fogón,
calado de ingenuidad hasta los huesos,
escuchando sobre el tejado de pizarra
este mismo sonido monótono de la lluvia
golpeándolo todo,
regresándolo todo,
reprochándolo todo.
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