En los ojos y otros muertos lento pesa
el mundo o el cansancio. Y quisiera ya
olvidarlo simple, cegarme fiero y un todo adiós
decir lleno de noches o de ahogadas piedras o mendigos
que no guardasen rabia
hacia los infames engaños
con que en las mañanas del sonido ingenuos
habitable creímos esta vida. Pero del último adiós
hace ahora tiempos tan antiguos
como el de los enterrados amores de las playas
y sé que no puede haber ya piedra o noche
que mis mendigos no hayan con ahínco
infinitamente carcomido. Porque lo que me ha dado más trabajo
siempre ha sido el despedirme. Pero aún así,
desvelado por los derrotados cafés
en que acaba convirtiéndose el ir y venir
de la soledad al miedo, sin saber bien qué
en la nada persiguiendo aún sigo.
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