Que al plenilunio del amor, tu vida
De rauda claridad presto se alumbre
Y baje a ti, de la lejana cumbre,
La luz lunar, en besos convertida.
Los ojos volverás, enternecida,
A los astros errantes, y su lumbre
Dibujará con sideral vislumbre
El fugaz ideal que nadie olvida,
Y allí, en la soledad de ese paisaje,
En medio de una calma misteriosa,
Que te escancie el placer, dulce brebaje;
Mientras en lo alto la nocturna Diosa
Funge cortés de complaciente paje
Que sostiene una lámpara radiosa
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