Estoy a punto de caer
en el pozo avellana
de tus ojos…
Me aferro a mis razones,
a las pocas raíces que la vida
me ha ido creciendo en el alma…
Pero me empujan las estrellas
que te brillan en el fondo
y, como otra Margarita traviesa,
me inclino desde el borde de tus labios
tratando de atraparlas.
Entonces me resbalo,
me resbalo,
me resbalo,
caigo sin voluntad en tu deseo…
Aquí no hay elefantes
ni dos ni cuatrocientos,
aquí
las plumas de tus manos,
aquí
mi piel vistiéndose de versos.
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