Recuerdo con amoroso dolor
la dilapidación tonta
del obrero sonriendo
sábado y domingo
la miseria de su sueldo.
Me apenan los nueve duros
semanales
por el año treinta
de mi padre.
Si unos quisieran
ver su desvergüenza
y otros comprender
el sentido de su miseria…
Cuando las adormideras
son rotas
hirviente el corazón y cálida la garganta
es consecuente que la sangre corra.
A veces en Cimadevilla
vive un obrero que no es marinero
Añadir un comentario