Mi vida se había parado- un Arma Cargada-
en los Rincones- hasta que un día
el Dueño pasó- me identificó-
y me llevó lejos-
Y ahora vagamos por Bosques Soberanos –
y ahora cazamos a la Cierva-
y cada vez que hablo por él-
las Montañas contestan diligentes-
Y sonrío, tal luz cordial
sobre el resplandor del valle-
es como si una cara Vesuviana
hubiera dejado su voluntad a su paso-
Y cuando en la noche- acabado nuestro buen día –
guardo la cabeza de mi amo-
Es mejor que haber compartido
la profunda almohada de plumón-
De Su enemigo – soy enemigo mortal-
ninguno se agita por segunda vez-
en quién pongo un ojo amarillo-
o un pulgar enfático-
Aunque Yo así como él – podamos vivir largamente
él debe vivir más -que Yo-
porque yo tengo el poder de matar,
Sin -el poder de morir-
Versión de Miguel Artime