Nada, o muy poco,
trae consigo esta lluvia.
Un almanaque
de recuerdos que has logrado convocar, envilecido,
en lo magnético y lo geométrico
del pequeño jardín,
bien medido, bien rimado.
(Cada teoría tiene
su arquetipo,
al que presta su justa encarnadura la fatiga,
la ebriedad,
el terciopelo
de algunas rosas).
Todo por abandonarse
a la deriva de los elementos,
al índice de la flecha,
sin ningún reparo ocasional,
con fiebre, con ansia de gloria.
Tu ebriedad
es tu música, tu adjetivo.
Los porcentajes vienen a tener un fin idéntico:
confesar el horror
ante los intersticios del ser,
los flacos hemistiquios de la memoria
y las gotas.
Juegas
a dejarte libre.
Ellas te van conduciendo.
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