Recuerdo que era invierno,
que los almeces iban cobijando
mi vuelta a casa, y que me seguía
un muchacho. Jamás supe quién era.
Así durante un rato. Los Jardines
entonaban la noche con el último
gorjeo de algún pájaro. Sentía
que unos ojos quemaban mi silueta
como el frío, que iban dibujándome
paso a paso. Volví la vista. Sólo
la oscuridad de los almeces, nadie
tras de mí… Pudo ser el mismo invierno,
su nombre masculino,
lo que me traspasara.
Un muchacho fugaz sigue alejándose,
cada vez que lo encuentro,
de mi noche.
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