Les contaré que existe una mujer
que me persigue en cientos de llamas.
Me busca segundo por segundo debajo de su cama,
en el jabón que corre por su cuerpo,
detrás de cada puerta o encima de la luna.
Morena, yo soy libre como una ola,
tengo un corazón repartido entre muchas,
mi lengua envuelta en quizás qué ropas,
mi sangre en tantos cabellos ondulados o
verás mis huesos derretidos en esas sábanas ardiendo.
Mujer de fuego, no me persigas con tu amor de miel,
no me sigas, muchacha, un beso no significa
la eternidad del cuerpo entero junto a tu boca;
un beso es un niño rebelde que arde
en el musical latido de mis labios.
No puedo negar que tu pecho atrae a los planetas;
querida, me deslumbran tus ojos de niña y
tu rostro como un espejo lleno de pecado.
El amor corre de boca en boca y
de mano en mano sobre el hombre y la mujer.
Qué vale tanto acoso a las venas de mi corazón!
Ha llegado el momento de desearte buen viaje y
dejarte tan simple como una gota de lágrima,
Adiós amor, no me sigas pues ya ha desaparecido el poeta
en las rojas cenizas de la mujer de fuego.
Mujer de fuego de Santiago Azar
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