En sus manos,
en mi piel, Edipo vuelve.
Niño casi
levanta la mirada
y aspira polen
de lunas renovadas.
Hombre casi
tiembla y solloza
hundido en terrenales simas,
desconocidos fuegos.
De sus ojos
a mis pies, Edipo resucita.
¡Cuánto tiempo rompe
en olas de fría certidumbre,
el alba y el sol
que consagraron
sus manos y mi piel!
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