Hoy
cuando ni el corazón
ni esas torpes pasiones que suelen llamar bajas
lo esperaban,
has despertado en mí
el deseo de escribirte algunos versos.
Versos de amor, sin duda,
porque besos, caricias escogidas,
quisiera yo envolver con mis palabras,
hacértelos llegar por vía urgente
y acuse de recibo.
Sin embargo, amor mío,
inesperado amor de media tarde,
en este frío septiembre
al que mi vida aboca sin remedio
comienzan a pesarme los excesos
y siento haber escrito demasiadas palabras,
haberme desvelado en demasiados poemas
sobre todo de amor.
Y no porque el amor sea de esos temas
que al cabo no merecen los desvelos,
sino porque el desvelo que procura
debiera ser, al fin, vigilia de la vida,
nunca simples palabras
arrancadas al vuelo de una vana ilusión.
Comprenderás, entonces,
que hoy no pueda cantarte
con versos semejantes
a los que ayer usé,
palabras ya cansadas de tanto imaginarte,
de tanto confundirte en noches de pasión.
Hoy quisiera enfrentarme con la página blanca
como se enfrenta un joven con su primer amor,
y hacer de este poema un punto de partida,
un punto sin retorno, un lugar que recoja
los poemas posibles,
aquellos que hace tiempo escribí sin mesura
y todos los que quiero no tener que escribirte,
olvidando esos versos fugitivos del tiempo
-naipes al aire hoy, ayer vanos castillos-,
en donde siempre, siempre, con cruel insistencia,
el eslabón más débil
ha resultado ser el corazón.
Comentarios sobre el poema
«Penúltimo poema de amor» lo he leído como un poema de Juana de Ibarbourou.
Anónimo