¿Quién se pondrá la ropa rajada de los muertos?
¿Quién meterá sus carnales andaduras
en lo adentro de tanto zapatal descaminado?
¿Quién fijará su sombra cotidiana:
ese negro fulgor de fatiga y de insomnio
en las baldosas encenizadas de Plaza de Mayo?
¿Quién preguntará por el dueño del sudor
de aquella camisa desfondada?
¿Quién por el nombre o sobrenombre que no está
en las voces mundiales
en los documentos totalizados
en las pantallas ecuménicas
en los periódicos globalizables
en las cruces descompuestas?
¿Quién vestirá el jugo natural
de esos calzones deshechos?
¿Quién quitará las balas
de su nicho coagulado:
quién de cada pulmón
la ponzoña del aire
y de cada pelo
las aguas profanadas?
¿Quién comerá del hambre acumulándose
en bocas paralíticas y panzas partidas?
¿Quiénes vestirán gimientes faldas de infantas
calcetines jubilados
corpiños ahuecándose
pantalones en derrumbe
enaguas masticadas
pañuelos dolidamente blancos?
¿Quiénes usarán las frescas calaveras
despojadas de la sangre y el ultraje:
separadas de la mugre y el engaño:
alzadas como un azul de fuego
en estos días desnudos
que también se levantan?
Plaza de Mayo, diciembre 2001 de Saúl Ibargoyen
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