El hombre
nacido de mujer,
corto de días y harto de sinsabores;
que sale como una flor, y es cortado,
y huye como la sombra, y no permanece.
Job 14, 1 y 2.
Tal como flor que sale
y es cortada,
Con la piel por donde huye
la risa de los niños,
Y llena hasta los muslos
de tristeza;
así es nuestra hermana
en cuyo umbral
naufraga el cuerpo de uso eterno.
Golpe de viento nuevo
inexperto en aromas,
y sin rubor azul ya despreciada sombra,
escombro de oro en sueños por las ramas.
Carne en que tropezara de costado
la gracia del alumbramiento,
Fácil como los signos en reposo
por donde llega de la mano el niño;
Asomada al arrimo,
con media flor y apenas
medio rostro,
Y con el vientre en que tembló
una piedra.
Con un desfiladero en cada pecho,
sola,
venas arriba por los ojos,
Sola
como el primer hombre cuando descubrió
la primera sonrisa
y se volvió,
de pronto,
con todo el cuerpo
a flor de fabuloso labio estremecido,
más solo que antes,
cuando no tenía sonrisa cotidiana
que dividir en dos pedazos triunfales;
cuando no pensaba en el otro
y descendía junto a su piel profunda,
roto entre los sonidos venideros
como pájaro en proyecto por los árboles:
júbilo de vacío jubiloso.
Como huella que cae
clara y sin cuerpo
y no levanta hoja
que al volver por el suelo,
alta de días,
instale al humus su unidad primera,
Así es nuestra hermana.
Secreto cauce
quieto,
agua sin ruido.
Nacida de mujer,
corta de días, y harta de sinsabores;
que sale como una flor, y es cortada,
y huye como la sombra, y no permanece.