Conozco a algunos.
Escriben solos en la penumbra,
callados en la derrota,
en el lugar vacío, en el hueco
inmenso de un útero inservible y yermo.
Son los desconocidos, los olvidados, los parias.
Ni siquiera son malditos.
No hablan del bote de champú,
no hablan del paquete de Marlboro,
ni del yogur de la merienda,
ni del taxi que tomaron esta tarde
para volver del dentista.
Son los inadaptados.
Ya creo haber dicho que habitan un lugar,
un lugar vacío al amor de la sombra.
Jamás visitaron la Corte, no conocieron mecenas
ni frecuentaron fiestas de gozos académicos.
Tampoco tertulias ni guateques locos
de triunfadores clónicos.
Cuando trabajan, sueñan.
Esclavos de la letra, de otras actividades comen,
y cuando les dejan se ayuntan,
y al final
en el olvido mueren.
Conozco a algunos.
No son gregarios.