¿Verdad que tú no sabes por qué amo yo la muerte?
Porque es el fin piadoso de esta jornada loca
en que es una sentencia el jamás poseerte
ni como a aquella flor que con unción se toca.
Porque la piedra fría con que oculte al mundo
la caridad consciente de algún piadoso hermano,
a mis huesos dará un calor más humano
que el que me den tus ojos de mirar tan profundo.
Tan profundo y mezquino…
ni una lágrima vierte de sus entrañas nunca.
El sol de su mirada mi jardín floreciera.
Por faltarme su luz está mi vida trunca.
¿Verdad que ahora sabes por qué amo yo la muerte?
Porque aunque tú me niegas todo cuanto te pido,
es muy cruel agonía el ir siempre temiendo
que despiertes mis ojos, puedan dejar de verte.
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