Pusiste en mí pasiones indomables
y un deseo tenaz que me devora;
su imperativo impúlsame a saciarlas,
pero lo vedan tus sagradas normas.
La pobre humanidad vacila y gime
entre los dos extremos de tu dogma:
Tú le prohíbes derramar el vino,
¡pero le ordenas inclinar la copa!
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