Algo me está subiendo, que llora desde el fondo:
hoy necesito oír el corazón adentro
para echárselo al perro que está naciendo solo,
y salvar a la llama convicta en la ceniza
y dar a los leprosos la carne que perdieron.
Decidme si no entonces:
¡qué estoy haciendo aquí rodeada de nadie,
acorralada al fin por un humo que asciende?
Decidme:
si no traigo una sonrisa, un gesto,
algo que se me caiga en la esquina del aire
y fabrique una cruz de amor sobre los muertos
¿adónde pongo ahora mi mano enternecida?
Decidme si estoy loca,
si me enfermo de alguna cosa que no se sabe:
porque prefiero ver desdoblada una cinta;
porque después del alba siento
que se vuelve de polvo el borde de la estrella,
y voy al cementerio sin una margarita,
y me paro delante de las palomas presas.
O no me digáis nada:
que ninguna palabra me puede acompañar.