Mi perfecto, mi ídolo de noche, provocación
de mis gozos solitarios mentales…
Te pienso, déjame que te piense. Me dirán
inmaduro, idealista, incapaz de amor.
Déjame suponerme entre tus piernas
(qué bien nos veo) coronarte de hiedras africanas
en idilios fingidos, con agua de rosas rociarte
los pies, pintarte un corazón sobre la cama
revuelta, con el pelo mojado y los ojos ardientes,
encendidos de sexo. En realidad te alabo solo
el perfil, me olvidaré del mundo luego. Tiraré
a la letrina todo, hecho un rebuño. Inmaduro,
del amor incapaz, te he amado por encima
del mundo, más allá de cualquiera…
Vino el amor mental. Siempre viene. Perdona.
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