1. Más que joven novísima,
flamante;
intacta más que virgen,
y sin tacha.
Trabajo de encargo,
pieza única.
Hija,
hermana,
nuera,
vecina de nadie.
Ni madre, entretanto.
Hembra tan sólo,
sólo para el hombre.
2. ¿Se paró el Sol?
¿Fue la Tierra? Todo
creo que es temerario;
todo comporta
peligros de gran alcance.
Y yo me inclino a creer,
sencillamente, que el celuloide
-cosas que pasan-
se rompió.
3. Había sido un gran señor, ¡y vedlo!
Desnudo y pobre como un gusano;
le quitaron los hijos y la hacienda,
y la lepra lo devora:
con un cascote
se rasca las costras.
Pero le queda un buen consuelo: la peña
de la tarde con los amigos.
4. -¡Mandadme, Majestad!
-Me gusta esa vecina.
-Está casada, Majestad.
-Y él, ¿quién será?
-El Capitán Sánchez.
-Llévalo al frente. Primera línea.
Hoy mismo. Razones de Estado.
-¡Mandadme, Majestad!
5. Súbito vómito a medio digerir,
lo ensucia todavía
el jugo gástrico del gran pez.
De saliva salada regurgita.
De cuando en cuando escupe chanquete.
6. El poeta murió y en la balanza
pesó más la hiel que la miel.
Y fue al infierno,
el infierno del cual fue comediógrafo.
Es su primer y único huésped,
¿quién con mejor derecho?
Lo recorre con aires de empresario
entre monstruos de carnaval de Niza
y condenados de museo Grévin.
Resulta todo tan modernista
y tan inhabitable
como él lo imaginó;
y por ello es feliz:
¡vanidad de los poetas!
Si no fuese porque, solo
y con mala luz,
desde hace siglos espera en vano
visitantes y espectadores
para su desfile
de pecados.
A última hora le han enviado,
virgilio inútil,
al pequeño y servicial Gustave.
¡Qué más da!
Ha perdido toda esperanza.
Descuelga la muestra,
corre el cerrojo,
apaga el fuego.