Vas a ser mi náufraga porque destrozaré tu barca,
te destrozaré chocando contra las rocas,
te ahogaré por debajo de la luna.
No dejaré siquiera una balsa para que respires un segundo.
Respiro, y yo soy el mar que ahora te invade.
Vas a morir despacio en esta noche de torbellinos,
vas a desaparecer despacio cuando aparezca la tormenta,
y mis relámpagos cristalinos, y mi boca como trueno,
y mis manos como ventisca por tus rocas.
Vas a ser sólo una mujer flotando en la inmensidad del océano,
y el amanecer no aparecerá sin que nuestro fuego se apague:
se apague con la sal de tus senos, las lágrimas de tus pezones,
el llanterío de tu vientre y de tu piel.
Vas a ser tragada por este pez inquieto,
vas a convertirte en pez y esta vez yo seré el pelícano,
no quedará nada de ti cuando resucites, difícilmente resucites.
Vas a ser mi náufraga porque destrozaré tu barca,
no existirán islas ni maderas; amor, sólo marea.
Vas a ser mi náufraga y yo seré la barca hundida en tu cuerpo.
Silencia XIV (La náufraga) de Santiago Azar
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