Cantan dulces baladas con los labios pintados,
tienen los corazones rotos por el amor,
llevan gemas sombrías en sus dedos tan pálidos
y en sus frentes que un astro porque sí decoró.
En las noches siniestras beben su bebedizo
y pasean su amenaza con amargo desdén,
y ahora cantan sombríos lo fatal de su hechizo,
y ahora viven si mueren con eterno vaivén.
Van lanzando sus quejas con un triste derroche,
con las caras marcadas por la náusea sin par,
y te escupen, te besan, te acarician de noche,
y la fiesta es la noche que no puede parar.
Hoy se sienten perdidos y dolientes y altivos,
hoy parece que esconden de esa duda algo más,
van y vienen errantes y otrosí fugitivos,
hoy perdieron el rumbo de la dicha quizás.
Y es por eso que agitan su mayor desconsuelo,
por el largo desvelo que no causa rubor,
y por eso van torpes con las copas de hielo,
que vivir es acaso este escaso temblor.
Y sus frentes, miradlas, nada piensan ni sienten;
y sus labios, fijaos, qué maligno candor,
cantan pálidas gemas con palabras que mienten
que a la noche de olvido lanzarán sin temor.