Son cuatro inviernos de agonía hermana.
De amanecer el corazón abierto.
Quisiera ser, pero el futuro incierto
me ensombrece la senda del mañana.
Cuatro años de penumbra cotidiana.
De presentir vivir, viviendo muerto.
De abrir el corazón, sentirlo yerto,
sin escuchar su musical campana.
El dolor es espina en mi sonrisa.
Aunque nací para cantar, presiento
ser un gorrión fugaz hacia la brisa.
Esta acerba dolencia me acongoja.
Soy un árbol que lento se deshoja
y voy de paso con mi hermano el viento.
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