Soñé que me soñabas,
que tu voz como estela de naufragios
amanecía en mi aliento.
Que era mío el silencio
de cada madrugada cómplice
en tus párpados cerrados,
el secreto
que rindes a tu almohada,
el pensamiento
que traicionas en mis brazos.
De ese sueño sin fin
ya no despiertes:
que el alba nos encuentre suspendidos,
sin voz, sin figura, sin recuerdos,
habitantes
de un sueño en fuga
hacia su propia muerte.
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