Tan sólo unas semanas y algo hurga
sin pasado en la tierra,
solo y de buen humor en los pulgares
del domingo; aunque siga
volviéndose sin causa
cuando es la voz pequeña la que llama.
Bajo los soportales
las mujeres pasean con los hijos del año
de la sequía, se paran
para ofrecerlos aún no horripilados
a la mueca del hombre. Que hablaría
bajito, muy bajito,
en el dialecto del dolor; pero hace
sonar sus llaves.
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