Hasta cuándo, Noviembre, buscas
en los días
aquello que se da en el agua,
sin que a nadie humedezca dentro
ni se releje fuera.
Aquello que permanece
cuando, después de la evaporación,
manos ya sólo en venas
sustituyen el tacto de ultramundo.
Tú has visto cómo
aquella hoja de álamo, al caer,
disminuía tanto sus asas de madera
que sólo era posible llorar
de pensamiento a pensamiento
ante la aparición de las fogatas.
A través de los días, oh Noviembre,
permanece en acecho
la Perra
que hará reverdecer todas las puertas.
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