Cuajado de tristeza y de agonía,
el encinar rotundo y soñoliento
hunde su soledad en este viento
amargo de la verde serranía.
Y la noche de hierro, sorda y fría,
parece que se pone en movimiento
cuando siente en su carne el turbulento
mugir de fieros toros en porfía.
Toda la noche suena y se estremece,
y fundida con toros y paisaje
rueda redonda, caudalosa crece.
Todo el campo se inflama de coraje,
y el viento tormentoso bien parece
un pecho desgarrado en el ramaje.
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