Hablamos y reímos.
Por dentro de la piel
también lloramos.
El mar quedó
salpicado de palabras.
Era inútil ahogar tanto pasado
en la brevedad tan frágil
de aquel instante.
Pasaron las horas,
y, al fin, no fue el tiempo quién venció
sino el alma.
Era hermosa la tarde,
era hermosa la travesía y el mar,
y era hermoso navegar
con tu sangre a mi sangre
tan cercana.
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