Dios pudo hacer abrirse el brote
de una rosa más, la más noble
en alba de una isla sin hombres;
por remoto cambio nocturno,
romper, entre un cielo y el suyo,
en sonrisa un astro, el más puro;
y en golfo secreto, acabar
con la dulzura del gran mar
en la ola que brilla más:
prefirió dijera un amante
un nombre, solo en triste calle,
de súbito el nombre inefable,
lo gritase al viento brutal
que hace temblar todo rosal,
la vela del que cruza el mar,
y que rosa la noche vuelve
al viandante sin albergue.
Versión de José Agustín Goytisolo
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