un hilo de música nos extravía en grutas. animales de sangre caliente
resoplan en nuestros oídos.
nos movemos a tientas, casi asfixiados de pánico; casi paralizados por la
inseguridad del próximo paso, por el presentimiento de un abismo y
estalactitas de filoso alabastro atravesando el cuerpo.
chillidos de pájaros ciegos chocan en las abruptas superficies.
el estrépito del río subterráneo hace imaginar la furia de una fiera a la
que le han arrancado los ojos.
queremos la luminaria, la gozosa manifestación de una estrella, el tapiz de
soles en la negrura sideral, en la bóveda celeste de la caverna, paladar de
la boca de un gigantesco animal que nos devora.
olvidamos como dar el próximo paso, por la acción de un vacío que nos deja
mudos
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