Una mano de niebla temerosa
llega a tu corazón doliente y fría,
y aprieta lentamente, como haría
el aire más sereno con la rosa.
Su dulce sombra, mansa y silenciosa,
sube a tus ojos su melancolía,
apagando tu dura valentía
en la pálida arena rumorosa.
La dura pesadumbre de la espada
no permite siquiera tu mugido:
poderosa y tenaz está clavada.
Tú ves cerca de ti a quien te ha herido
y tiendes tu mirada sosegada
sin comprender, ¡oh toro!, cómo ha sido.
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