Qué hubiera ocurrido
si todas esas
niñas bien
de apellidos
compuestos,
de cabellos
claros y ojos
azules
se hubieran
dado cuenta
a tiempo
de que
ningún hombre
las salvaría.
Ahora no estarían
llorando por las
esquinas,
ni sentadas en
los bancos del
parque
en mitad del
invierno
dando de
merendar
a sus hijos
con ese ridículo
corte de pelo.
No las vería
-como las veo-
acobardadas
por la calle
-decepcionadas-
mirando tras
el cristal de un vulgar
escaparate
aquéllos zapatos
de tacón negros.
Tienen que ser
aquellos -reclaman
al dependiente,
que les vuelve a sacar
un 38.
O en el supermercado
arrastrando
el mismo carro
por tercera vez
esta semana,
y la lista de la
compra,
casi desgastada,
colgando de lo que
fueron sus manos blancas.
O mientras esperan
el semáforo
y cruzan la calle
ocultando su
despreciable
vida,
haciendo tiempo
en la peluquería…
Qué hubiera
sucedido si
no se hubieran
creído las
Supernenas
persuadidas
por cuentos de hadas
o por las finas revistas
de papel couché.
¿Qué fue
de todas ellas
de sus pequeños dioses
de sus altares
prefabricados?
Unos del 38, por favor de Roxana Popelka
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