Tuve un Edén, de mil que el cielo encierra,
sin cuitas y sin dudas ni temores;
y un día, ansiando ver cosas mejores,
como un halcón lancéme hacia la tierra.
Mas ¡ay! desde que aquí llegué, perdido,
solo, con los secretos de mi ciencia,
no hallo alma digna de mi confidencia…
y huyo de nuevo por donde he venido.
Añadir un comentario