Pido la palabra previa.
Quiero decir -¡y que de una vez se sepa! –
que yo soy Yo,
que soy el Centro,
y el Árbitro.
Que todos vosotros, todos,
-dandose bIen las cosas-
sois mis coterráneos:
parientes, vecinos, acreedores míos,
prójimos míos propiamente dicho;
que todos los demás, todos,
buenos y malos
-amarillos y negros, antípodas, gitanos-
son, todo lo más,
y ya es mucho,
mis contemporáneos.
Sabed que:
cuando os veo, de hecho
os suscito, os resucito;
y al pensaros
os doy una esperanza.
Pero si os he perdido de vista,
mientras os olvido u os ignoro,
dormís el sueño de los justos,
como suele decirse.
No pasáis de potencias
en la acepci6n más triste del vocablo.
Ya lo sé. Muchos esperáis
con impaciencia
el día de cantarme el responso.
No os embaléis, por favor.
En el mejor de los casos,
cuando yo muera,
todos, todos,
buenos o malos,
no seréis más que mis sobrevivientes.