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Gaspar, si enfermo está mi bien, decidle
que yo tengo de amor el alma enferma,
y en esta soledad desierta y yerma,
lo que sabéis que paso persuadilde.
Y para que el rigor temple, advertilde
que el médico también tal vez enferma,
y que segura de mi ausencia duerma,
que soy leal cuanto presente humilde.
Y advertilde también, si el mal porfía,
que trueque mi salud y su accidente,
que la tengo el alma se la envía.
Decilde que del trueco se contente,
mas ¿para qué le ofrezco salud mía?
Que no tiene salud quien está ausente.
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