En los suburbios de Bucarest la nieve se transforma en lluvia en el otoño. Las grullas errantes que vienen camino de las estepas rusas bajan en las verdes colinas del Otopeni y se aparean. El Danubio no está lejos de aquí y los bogantes cantan al ritmo de los remos. Un viernes de octubre entré por Oradea camino de los Cárpatos y encontré tu apellido como nombre de pueblo ante los ojos y el mapa. Me empantanaron cinco horas de fisgoneo en frontera para hurgar papeles y visas. No, no soy el agente que buscáis. No soy el espía de occidente sino un sencillo ilota que viaja como paria. Dunavoastra stie romaneste? Stie limba romäna? y aparecen unos sombríos ziganes a santiguarme como si fuera el elegido antes de que llegue la tarde. Ví un pequeño zorro y una avutarda entre sus dientes amarillos. Las fauces de la vulpeja babean de excitación en la vanidad del siglo. Unas cornejas le siguen el rastro desde el aire y unos aviones Mig patrullan la comarca. Me pierdo en el camino largo y me salvan las palabras afectuosas de un zaraneste. El es un excluido como yo en un país con límites. Un repudiado debe tener derecho a fronteras y familia auque sea un canalla. En la concavidad de los altos montes voy a dar a Transilvania, al este de las llanuras de Moldavia y al norte de las de Valaquia. El conde Vlad ya no empala y castiga a sus rivales, son otros los que condenan a los hostiles caída la medianoche Las repudiadas desgracias de los parias y no de la mía están en los versos de Eminescu. Mi ímpetu es la de un apátrida que busca una prosapia en una segunda esquina del mundo, después de la matriz materna, la cordialidad de una chabola en los extremos de la tierra y en sus elementos. Mi linaje es una progenie incierta a la luz de un relámpago de otoño, el mismo que alumbra la arboleda y se refleja en el parabrisas de este auto usado en esta humanidad usada y trasegada por el que corro en la autopista de Ploiesti para llegar a casa. Hay unas viejas matronas que ponen más té al recipiente para que huela y sea té.La noche arquea sus piernas y el transeúnte piensa en apurar el pedal después del refrigerio. La ciudad está llena de suburbios y de aljibes con pájaros y microorganismos. Está sitiada por las sombras con helechos y roedores.
Autopista de Ploeisti de Sergio Badilla
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