Blanca, liviana fuerza de la altura,
apoyando su peso en los fríos velos,
descubre heladas llamas de antro fuego;
el pesado vapor y la blancura
de la sedosa piel corre a los suelos,
en soledad de grises de ebrio juego.
Cristalinas, muy frágiles criaturas
develándose horrendas por lo blando
se descarnan danzantes en la nieve.
Deshorman hacia el hielo sus figuras,
pedacitos tan sólidos entrando
en la compacta masa de lo leve.
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