De «Oboe sumergido» de Salvatore Quasimodo

Convalecencia

Siento amor convertirse en otra muerte
ignota para mí, pero más lenta,
que a menudo me empuja hacia sus formas.

Abandono de alga:
me busco en los oscuros acordes
de profundos despertares
en orillas densas de cielo.

El viento se injerta
dócil en mi sangre,
y es ya voz y naufragio,
manos que renacen:

manos entrelazadas o palma con palma unidas
en distendida renuncia.

Tiene miedo de ti
el corazón seco y doliente,
infancia imposeída.

* * * * *

De tierna mujer echada entre las flores

Se adivinaba la estación oculta
por el ansia de las lluvias nocturnas,
por los cambios de las nubes en el cielo,
undosas leves cunas;
y yo estaba muerto.

Una ciudad suspendida en el aire
era mi último exilio,
y en torno me llamaban
las suaves mujeres de otros tiempos,
y la madre, renovada por los años,
con su dulce mano escogía entre las rosas
y con las más blancas ceñía mi cabeza.

Afuera era de noche
y los astros precisos seguían
ignotos caminos en curvas de oro
y las cosas vueltas fugitivas
me llevaban a rincones secretos
para hablarme de jardines abiertos de par en par
y del sentido de la vida;
pero a mí me dolía la última sonrisa

de tierna mujer echada entre las flores.

* * * * *

Nacimiento del canto

Manantial: luz resurgida:
hojas arden róseas.

Yazgo sobre ríos colmados
donde son islas
espejos de sombras y de astros.

Y me arrolla tu regazo celeste
que nunca nutre de alegría
mi vida diferente.

Muero para volver a tenerte,
aunque sea desilusionada,
adolescencia de los miembros
enfermos.

* * * * *

Oboe sumergido

Avara pena, tarda tu don
en esta mi hora
de suspirados abandonos.

Un oboe gélido deletrea de nuevo
alegría de hojas perennes,
no mías, y olvida;

en mí anochece:
el agua tramonta
en mis manos herbosas.

Alas oscilan en ronco cielo,
lábiles: el corazón transmigra
y yo estoy yermo,

y los días son escombros.

* * * * *

Otoño

Otoño manso, yo me poseo
y me inclino ante tus aguas para beber el cielo,
suave fuga de árboles y abismos.

Áspera pena del nacer
me encuentra unido a ti;
yen ti me quebranto y repongo:

pobre cosa caída
que la tierra recoge.

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