Di nombre a un astro
y oscureció mi pez como ese lirio,
negro para su estirpe,
frágil ante los soles,
borrado en el desierto por la luna.
Morirá una cigüeña,
si permito volar frente a este muelle
cuerpos y mares
que no navegaré,
cuando sean deseados y no vuelvan sus olas.
Doy mi pecho a las dagas
si arrastro a los demás hacia el naufragio
y pago cada reino
(su ballet y su pólvora)
sin atarme al verdor de una sola aventura.
Pero los epitafios
no rozarán mi sangre con su arena
mientras cruce el perfume
que refugia en sus alas
el placer insondable del más profundo estío.
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