Dame un poema de hierro que restalle sobre las vacías cabezas
y una mano firme en la muesca de la antorcha,
un poema de sangre y de huesos impacientes
y la pluma de carne firmando sentencias
en las culposas mentes de los jinetes locos;
que convierta en sal a los cobardes, un poema de hierro
oxidado y torvo pateando en el estanque a
Buenos Airesmedianoche,
cuando ni los muertos sueñan con la aurora.
Un martillo de palabras para dejar al mundo con las
Buenos Airescuencas vacías,
rabioso ademán, piedra encendida en la boca de los
Buenos Airesque duermen
mientras el agua sube en el Gran Cuarto Esférico;
un puñetazo en el sexo de la muchacha arrodillada,
idiota, paciente humanidad,
que no ve, que no oye,
sólo conversa con las cenizas de sus dioses muertos.
El poema de hierro de Luis Benítez
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