Mientras más guardo en mis despensas, soy más menesteroso,
siempre ante el mismo muro, de nada me han servido
las lámparas que encendí. Es de noche. Estoy solo.
Las estancias aun tibias del festejo desiertas,
ni un gesto, ni una sílaba, ni un aroma, podrían ayudarme.
Tengo que hacerlo todo otra vez, de la raíz
para encontrar al cabo que no poseo nada,
que el pabellón oscuro se inclina a la intemperie.
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