‘sueño con los serrallos azules de Estambul’
A. Colinas
I
Detrás de las almenas frágiles de los días,
sólo una patria, Livio, leve al hombre:
evocar las hogueras
en la cima del monte azul de la nostalgia.
II
Por el confín amargo de la memoria, pájaros,
espumas y la lengua azul de la nostalgia.
¿Ciudades? No, las islas orientales
y el tránsito azaroso del barco por la bruma.
III
Sentado aquí, en la orilla del mar, ves otros barcos
y adivinas su pulso frágil como el estero
que atraviesa la arena
con la daga de luz curva de la mañana.
IV
Sobre la espalda lenta del mar el sol ha puesto
la espuela de luz fría de los amaneceres.
Es la hora de partir a la penumbra verde
y ácima de la aliaga.
V
Desde esta costa el mundo anuncia un cabotaje
tibio como la mano azul de los esteros.
Desde esta nave el mar abre la caracola
lenta de las mareas.
Con crótalos y erizos se mece el esqueleto
verde de los suicidas.
VI
Siempre parte la nave del mismo puerto. Rompe
el ritmo adormecido de las olas su bóveda
invertida y, al cabo, con viento de través regresa y recupera
la antigua ceremonia frutal de la colina.
VII
Bajo el sol o en tinieblas sin luna ni gaviotas
hasta la playa vuelve con su lengua de espuma
errante o submarina que busca, blanca y lenta,
la imagen de sí mismo. Y se encuentra, asombrado,
a la vez la serena armonía del verde de sus aguas someras
y el metálico azul de las penas mayores y del dolor adulto.
VIII
Islas de la memoria, límites orientales
de la luz que resbala por las fuentes salares.
¿Recordáis el viaje? Nos sorprendió la noche
del arrayán florido sin llegar a la orilla
de bajeles varados
IX
Por los montes del sueño la hoguera y los helechos
se estremecen. Ya anuncian su trote desbocado
los caballos que buscan
la sede circular de la luz: amanece.
X
Como cada mañana alzarán estas torres
sobre la niebla el filo azul de sus almenas.
La luna ha diluido su látigo de luz
leve sobre la espalda serena de este mar.
XI
Sobre la media luna del mar lleva la nave
su ambiguo cargamento de címbalos y flautas,
de gaviotas funestas, de sueños y nostalgias.
XII
Inútil la ambición, la pereza o la fiebre,
como la sombra oscura de la virgen prudente
con el torso desnudo y una alcuza en la mano
que persigue palomas sólo por recrearse:
una vez capturadas, se apiada y las libera.
XIII
Por este mismo mar, el antiguo viajero
peregrinaba, y eran sus días lampadarios
azules:
nostalgia y esperanza orientaban su rumbo,
los vientos le indicaban el rastro de su patria:
Husmeaban los canes las puertas de su casa.
XIV
Abril en los jardines sonoros del tetrarca.
La aldaba de los días aloja en el estanque
líquenes, musgo, limo y su orilla alimenta
la raíz amarilla de ortigas y beleños.
XV
Amargo, Livio, es, y leve, este periplo
que añade sigiloso sus teselas
frágiles al mosaico confuso de las horas.